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sábado, 5 de mayo de 2012

"Eso" de las rayas



A más de un aficionado neófito puede haberle llamado la atención –rápidamente disimulada- la existencia de esas dos rayas pintadas en el suelo del coso, bien con la blanca cal, bien con tinte rojo en virtud de la plaza de que se trate. Y si no es que lo deduce por natural inteligencia, alguien le habrá explicado que es para que los picadores no sobrepasen en la suerte de varas la primera de ellas (la más próxima a la barrera) y que el toro, al ser puesto en suerte, no supere el límite de la segunda (la más alejada del olivo). Todo ello, si me permiten, tiene su historia y explicación. Recordemos que el actual Reglamento nacional de 1996 (como ya lo hizo el del 92 y al que siguen en esto los autonómicos), además, ha ampliado la distancia entre ambas, la que hasta ahora suponía la norma en los textos precedentes.

Así, éste de 1996 menciona que. “Efectuado el reconocimiento anterior, se trazarán en el piso del ruedo dos circunferencias concéntricas con una distancia desde el estribo de la barrera la primera de siete metros y la segunda de 10 metros”. El texto, por cierto, dice expresamente que se pintarán “Efectuado el reconocimiento”, pero ello no implica que tengan que trazarse inmediatamente después del mismo, sino en secuencia de acontecimientos, primero el reconocimiento y después el trazado de rayas. Lo habitual es que las mismas se tracen una vez regado el ruedo momentos antes del comienzo del festejo.

A nadie descubriremos, probablemente, que la primera de las rayas se trazó en el ruedo como salvaguarda para los picadores, que no deseaban verse obligados, como tantas veces lo eran por los inmisericordes públicos de antaño, a abandonar el cálido refugio de las tablas, para buscar a los toros que había que picar hasta en los mismos medios. No obstante lo cual, a los picadores que realizaban tales búsquedas de forma libre y espontánea se les agradecía el acto de valor y profesionalidad de forma especial (por cierto, el Reglamento malagueño de 1 de junio de 1847, en su artículo 8, decía que “Los picadores están obligados al salir al menos hasta seis varas distante de la barrera en busca del toro, cuando la suerte lo requiera; faltando a esto pagarán doscientos reales de multa, o sufrirán quince días de cárcel”).

La segunda es invención más moderna y derivada del sistema acorazado de los caballos con el peto y de la costumbre de ampararse los piqueros en la valla para citar desde allí a los toros o que los peones se los metieran justo debajo de la armadura acolchada; se establece, precisamente, para la defensa de los toros y que éstos pudieran lucir en la suerte de varas sin ser masacrados impunemente y para que el público pudiera disfrutar de su juego en varas.

Foto de "Dígame" (21-4-59) del primer día que se pintó la segunda raya (18-4-1959)
 La primera de las rayas o círculo concéntrico en el ruedo se impone en el Reglamento de 1923 (art. 34), para que no fuese traspasada por los picadores: “En la mañana del día en que haya de celebrarse la corrida se trazará en el piso del redondel, con pintura de color adecuado, una circunferencia concéntrica con la determinada por la barrera y a una distancia de cinco a siete metros de la misma, según el diámetro de aquél, cuya línea no podrán rebasar los picadores cuando se dispongan a la suerte”. El ex presidente venteño, Félix Campos Carranza, dice, no obstante, que hubo una corrida previa en que se pintó el círculo concéntrico: “…con bastante anterioridad, en la plaza de Zaragoza, el 18 de octubre de 1908, precisamente en ocasión de lidiarse unos barbas de D. Felipe de Pablo Romero y negarse los picadores a salir al ruedo alegando ser poca la puya a emplear para tan buenos mozos.”

Los picadores seguían saliendo al ruedo antes de partir del chiquero las reses –hasta 1928-, pero en los años inmediatos ya se establecería lo contrario, tal y como sucede en la actualidad. El Reglamento de 1930 cambia las proporciones en su artículo 40: “…se trazará en piso del redondel, con pintura de color adecuado, una circunferencia concéntrica, con la determinada con la barrera, de radio igual a las dos terceras partes del de la circunferencia del ruedo, cuya línea no podrán rebasar los picadores…”. Por cierto, a partir de ese momento es cuando los terrenos que ocupa la raya pasan a denominarse “tercio”. La distancia con la barrera vuelve a fijarse de forma fija en el Reglamento de 1962, dejándolo en los siete metros (art. 81). Esa misma distancia es la que se mantiene en el presente Reglamento.
El famoso "Tontuelo" de Sánchez Fabrés en uno de sus derribos el día de estreno de la segunda raya (Foto Diario Pueblo, 20-4-59)
En cuanto a la segunda de ellas –destinada a comprobar la bravura de la res al arrancarse al caballo, y para que no se metieran debajo del mismo los toros, al ponerlos en suerte, para ser masacrados en la vara-, es novedad de 1959, sugerida por iniciativa del ex matador de toros y ganadero Domingo Ortega; se estrenó en Madrid la segunda raya en una corrida del ganadero salmantino don Arturo Sánchez y Sánchez, que hubo de ser remendada con dos toros de Sánchez Fabrés, el 19 de abril. Los cuatro toros de Arturo Sánchez dieron un peso –después de ser arrastrados- de 458 kilos de promedio, mientras que los dos de Sánchez Fabrés arrojaron en la báscula del desolladero 502 y 515 respectivamente. Ese día del estreno, por cierto, el 6º toro, de Sánchez  Fabrés, llamado “Tontuelo” tomó la friolera de 7 varas, derribando hasta en 6 ocasiones, auqnue salía algo suelto de los derribos. Fue premiado con la vuelta al ruedo y correspondió su muerte a Abelardo Vergara, que confirmaba la alternativa ese día. El toro, al que le cayó encima un caballo en la quinta entrada, quedó absolutamente derrengado, y pese a que acudió dos veces más a la suerte, llegó completamente inválido al último tercio.

Reseña original (del ex-archivo presidencial) de aquella corrida del 19-4-59.

Va junto a estas líneas la ficha del reconocimiento y el acta que el presidente (Félix Campos Carranza) dirigió al Ilmo. Sr. Jefe Superior de la Policía en Madrid, en cumplimiento de su obligación, que ofrece algunas curiosidades que no suelen conocerse de forma habitual.
 

El primer Reglamento formal, por tanto, que se hace eco de esa segunda raya es el de 1962, que en su artículo 81 la fija, concéntricamente, a nueve metros de la barrera. El Reglamento actual la ha dejado un poco más distanciada de la primera, a mi juicio intentando dar algo más de emoción a la suerte de varas y permitiendo que los toros puedan lucirse un poco más. En cualquier caso, no estaría de más –cosa que nunca he visto hacer- que por el Delegado gubernativo, o por la persona en la que él delegue, se comprobaran las distancias reglamentarias, ya que mucho nos tememos que los tres metros de diferencia entre una y otra líneas, lo sean más bien sólo en el papel en la mayor parte de las ocasiones. 

3 comentarios:

  1. Al leer esta magnífica entrada se me viene a la cabeza el ímpetu de los públicos para protestar justo en el momento en que el picador pisa la raya.Algunos ahora toman como un abuso el que se sobrepasen esas líneas hacia los medios.
    Un saludo

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  2. Es bueno marcar los espacios y punto

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  3. Pero que diferencia hay de que las líneas sean blancas o rojas

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