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miércoles, 9 de mayo de 2012

Lo que era San Isidro cuando algunos éramos niños

O jóvenes, o ya entrados en edad de votar, como se decía entonces. Permítanme una visión retrospectiva hacia lo que era y representaba la feria de San Isidro en unos, ya lejanos, años 60, probablemente una segunda edad argéntea del toreo por el magnífico ramillete de diestros que entonces florecían en el mundo de la tauromaquia.
Es verdad que quizá el ganado no gozase de la presentación de hogaño, aunque también lo sería que había recuperado –y bastante- de su trapío con respecto al que luciera en las dos décadas antecedentes. A ello también dedicaremos unos comentarios.
Los sesenta fueron, por composición de carteles en Madrid –en su feria más importante- verdadero escaparate del estado real de la tauromaquia. En la Villa y Corte se daban cita los diestros más encumbrados y los jóvenes prometedores, alguno de los cuales, cual flor marchita, acabaron por desaparecer en los siguientes lustros y de ellos apenas ha quedado noticia. Sin embargo, los primeros del escalafón no le hacían ascos a la capital, y se presentaban ante su público hasta en tres y a veces cuatro ocasiones en este ciclo primaveral, y eso a pesar de que el número de festejos que componían el mismo varió entre los once de 1961 y los 18 de 1970, siendo lo habitual los 16 festejos por ciclo (entre 1964 y 1969, ambos inclusive).
El peso específico, por tanto, de su presencia en el ciclo, cuando toreaban esas tres corridas era de casi un 20%, mientras que si eran cuatro alcanzaba el 25%, la cuarta parte del total de las corridas anunciadas. Si a ello añadimos que no era raro ver enfrentados a dos o incluso a tres de ellos en los carteles estelares, las gentes, los aficionados, podían salir con una idea perfectamente clara de los méritos y valores de cada cual.
Son años en los que se enseñorean en el coso madrileño, y aun en los del resto de España, veteranos como Antonio Bienvenida o Manolo Vázquez, Julio Aparicio o Litri (padre), Rafael Ortega, Andrés Hernando o Victoriano Valencia, César y Curro Girón e incluso –ya más jóvenes, Antonio Ordóñez, Antoñete o Gregorio Sánchez; y en los que están en plena sazón matadores tales como Paco Camino, Diego Puerta, El Viti, Jaime Ostos, Jumillano, Chamaco, Curro Romero, y en los que irrumpen con fuerza inusitada El Cordobés y Palomo, José Fuentes, Andrés Vázquez, Joaquín Bernadó, Miguel Márquez, Paquirri o Dámaso González. Y todavía me olvido de algunos más…
Fijémonos en tres de las temporadas centrales de la década por no hacer muy prolija esta comparecencia. Analicemos los ciclos isidriles de 1965, 66 y 67.

En 1965, con 16 festejos en la feria de San Isidro hicieron el paseíllo tres tardes cada uno de los siguientes matadores: Jaime Ostos, Paco Camino, El Viti (que abriría dos puertas grandes), Julio Aparicio y el Cordobés (con una salida triunfal). Marcharían al frente de sus cuadrillas en dos ocasiones cada cual, Curro Romero, Diego Puerta, Manolo Vázquez, Joselito Huerta, Curro Girón, Andrés Vázquez, César Girón, Andrés Hernando, El PireoZurito, Fermín Murillo y Carlos Corbacho; y sólo Chamaco, José Fuentes, Bernardó, Manuel Amador (una puerta grande) o Antonio Ordóñez (con otra en su haber) hacen un paseíllo entre otros varios. Sumen, para 16 festejos hubo un total de 26 orejas y cinco puertas grandes, más diez vueltas al ruedo (probablemente fallos a espadas).
Se lidió ganado de Manuel d'Assunçao Coimbra (procedencia portuguesa de Alves do Rio), Antonio Pérez de San Fernando (procedencia de Luis da Gama, portugués, y Santa Coloma y Parladé), Francisco Galache de Hernandinos (patas blancas, esto es, Vega-Villar), Antonio Pérez Angoso (lo mismo que AP más Montalvo), Manuel Sánchez Cobaleda (patas blancas), Baltasar Ibán Valdés (de origen Contreras a través de González Martín), Atanasio Fernández Iglesias, Castillejo (más patas blancas), Manuel Arranz (los miuras de Salamanca, les llamaban, con predominio de Graciliano y Montalvo y sementales del C. de la Corte), María Matea Montalvo (principalmente ganado colmenareño de Martínez más AP), Carlos Núñez (antes Rincón, puro Parladé), Eduardo Miura Fernández (para una terna compuesta, apunten, por Curro Girón, El Viti -que salió a hombros- y Andrés Vázquez -que cortó una oreja-), Fermín Bohórquez (entonces mayoritariamente Carmen de Federico, es decir Urquijo-Murube), Clemente Tassara (con ganado de origen Villamarta), María Teresa Oliveira (reses de casta Parladé), Núñez Hnos. (de su mismo origen) e Hijos de Pablo Romero (para los diestros, vuelvan a apuntar, Antonio Ordóñez -que también tuvo puerta grande-, Carlos Corbacho y José Fuentes -que tocaron pelo una vez por coleta-).
Paco Camino (Foto: 12 Biografías de toreros) 
En 1966, se organizaron otros 16 festejos isidriles. Estuvieron anunciados tres tardes cada cual, Antonio Bienvenida (que cortó tres orejas en total, saliendo una vez por la puerta grande), Antoñete (en cuyo haber se sumaron cuatro orejas, tocando pelo en las tres tardes, con una salida triunfal), Litri (que salió dos veces por la puerta grande, cortando cuatro orejas), Diego Puerta (cinco orejas en su haber y dos puertas de honor), El Cordobés (que cortó dos orejas en un toro y salió por su pie, al ser abroncado en el otro toro que mató esa tarde), Jaime Ostos, El Viti (con dos puertas grandes y cuatro orejas en total) y Paco Camino (que sumó dos orejas en tardes distintas). Dos tardes harían el paseíllo, además, Manuel Amador (una puerta grande con tres apéndices y otro más cortado en la segunda intervención), Fermín Murillo, El Pireo (una oreja en su esportón), Julio Aparicio (otra oreja más), Andrés Vázquez (con puerta grande incluida), El Inclusero (una oreja para él), Tinín (dos apéndices en tardes diferentes) o José Fuentes; alternando sólo una diestros como Victoriano Valencia, Joaquín Bernadó o Curro Romero (que abrió la puerta grande en ese mano a mano con Bienvenida). Así que resumamos, en esas 16 tardes, se cortaron hasta 37 orejas, con un total de 12 salidas a hombros. Hombre…, pensará alguno, los públicos serían más fáciles que hogaño. Pues quizá no, me temo que no; el público ha sido siempre veleidoso, y al igual que ahora los hay aplaudidores, los había antaño protestones, quizá en mayor medida que ahora.
Entre el ganado lidiado tomen nota de las ganaderías de José Luis Osborne Vázquez (proceden de Antonio Jiménez, Luis de la Calle y Pedro Domecq), Carlos Urquijo de Federico (puro Murube), Atanasio Fernández Iglesias, el debut de la ganadería del Marqués de Domecq y Hnos. (por cierto que al 4º y 5º le dieron la vuelta al ruedo, y el mayoral dio una vuelta al mismo con Litri y otra con los tres matadores), Hijos de Pablo Romero, Baltasar Ibán Valdés, Alipio Pérez-Tabernero Sanchón (de idéntica procedencia y origen que su hermano Graciliano), Fermín Bohórquez, Juan Pedro Domecq Díez, Hdros, de Felipe Bartolomé (Santa Coloma, con algo de Surga antiguo, y en el cartel Antoñete –puerta grande-, El Cordobés y el joven Tinín –que tocó pelo-), Manuel Francisco Garzón (procedentes de Juan Sánchez de Terrones), Francisco Galache de Hernandinos (una corridita para Paco Camino –con oreja-, El Cordobés  y Raúl García), José Benítez Cubero (de encaste Hidalgo Barquero), Antonio Pérez de San Fernando y Eduardo Miura (para un cartel, asómbrense, con Antonio Bienvenida, Jaime Ostos y Fermín Murillo).
Corrida de Baltasar Ibán en El Batán
Y en el último de los tres años estudiados, 1967, con otros 16 festejos en total, hizo el paseíllo en cuatro ocasiones Paco Camino (cortando un total de 6 orejas y abriendo dos puertas grandes); en tres lo hicieron diestros del montón, como Litri, El Cordobés (tres orejas y una salida a hombros), El Viti (cuatro apéndices y un triunfo de puerta grande), Diego Puerta (que cortó tres y salió un día en volandas), Antoñete, Pedrín Benjumea o Tinín (diestros, éstos sí, de segunda fila, que cortarían una oreja cada cual). Con dos corridas estuvieron presentes Andrés Hernando (dos orejas y salida a hombros), Rafael Ortega (lo mismo), El Pireo, Julio Aparicio (que cortó un apéndice), José Fuentes (una oreja en su haber), Paquirri (otra más), Sánchez Bejarano (otra para sí), o el genial Curro Romero (que tras de dejarse un toro vivo, al día siguiente cortó dos orejas y salió por la puerta grande en corrida triunfal). Un solo paseo hicieron Serranito (un apéndice), Efraín Girón, Manuel Amador, Curro Girón (otra puerta grande con dos orejas), o Victoriano Valencia. Sumen…, en 16 festejos hubo 31 orejas y 9 aperturas de la cancela mayor.
¿Y de ganado? Allá va; se lidiaron reses –sin contar sobreros como en los casos precedentes- de Herederos del Conde de la Corte (antes marqués de Tamarón y antes Parladé), Clemente Tassara, Hijos de Pablo Romero (encartelados estuvieron Rafael Ortega, Curro Girón -puerta grande- y El Pireo), Antonio Pérez Angoso, Atanasio Fernández, Juan Pedro Domecq Díez, Baltasar Ibán, Francisco Galache, Fermín Bohórquez, Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, Marqués de Domecq y Hnos., Antonio Pérez de San Fernando, Miguel Higuero Vidarte (el segundo fue premiado con vuelta al ruedo, precisamente el día que adquiere antigüedad, con reses de Juan Antonio Álvarez procedentes de don Gonzalo Barona y Contreras), Cortijoliva (también de don Gonzalo Barona y Contreras), José Benítez Cubero (el 2º de vuelta al ruedo), José Luis Osborne y Eduardo Miura. La misma variedad que hoy vemos en los carteles. Si sumáramos los sobreros o toros para rejones (que no hemos tenido en cuenta) se abriría aun más el espectro, ya que se corrieron reses de Aleas, Escudero Calvo (Albaserrada), Severino, marqués de Albayda, El Pizarral, Martínez Benavides, Torrestrella y algún otro.
El Viti (Foto de 12 Biografías de toreros)
 Son ferias de San Isidro de verdad, con la máxima calidad en los carteles, y podrían traerse a colación otras de épocas pretéritas más o menos triunfales. La feria, que comenzó en 1947 con cinco festejos, encontró una buena respuesta en taquillas que hizo que aumentase -poco a poco- el número de festejos anunciados, amparándose en un abono fiel y constante que cubría con creces los gastos y originaba pingües beneficios empresariales. Pero en su mismo germen encontró también su principal problema actual. El abono, ese que ha disminuido alrededor del 10% este año -casi imposible de conseguir años atrás, por qué será-, papel que reserva tu localidad, vendido con anticipación –de un mes en los tiempos que nos ocupa- es el responsable del crecimiento desmesurado de número de festejos y del declinar de su calidad. Porque sabiendo, como se sabe, que se renovará para no perder con ello los derechos inherentes a la reserva de localidad, las empresas –Taurodelta, hoy por hoy- abusan del número de espectáculos y de la ínfima calidad de los mismos.
Las figuras, que poco tienen que ganar o perder con su presencia en Madrid, cada día aparecen menos por el primero y más exigente coso del mundo; las ganaderías –plegadas a la voluntad de toreros y empresas, con muy escasas salvedades- se saben asegurada su presencia si crían el toro en tipo que pueda venir a la capital y se rinden a los deseos del empresario, a la absurda “toreabilidad”, y a unos precios irrisorios -¿dónde estarán las asociaciones de ganaderos?- aunque sus fracasos vengan repitiéndose año tras año en Las Ventas. Es el negocio establecido; una oligarquía empresarial y unas supuestas figuras que gobiernan y disponen de la fiesta de los toros –patrimonio de los españoles, de los aficionados y de la cultura universal-, que hacen y deshacen a su antojo, al margen de los gustos y expectativas no ya de los aficionados –los fieles seguidores del espectáculo- sino aun de la masa popular que demanda otros carteles.
Diego Puerta (Foto: 12 Biografías de toreros)
Los carteles de este San Isidro 2012 son una auténtica chapuza, una birria en su conjunto, lastimosos, penosos, gravosos y otros osos y madroños madrileños. Carteles de plazas ya no de segunda sino aun de tercera categoría, por más que se cumplan los requisitos de la benevolente y permisiva Comunidad de Madrid. En San Isidro, la categoría de los carteles de antaño probaban y declaraban a los cuatro vientos que Madrid era la plaza más importante del orbe taurómaco. Los de hogaño son carteles de plaza temporal, de coso portátil en su gran mayoría –si no fuera porque muchos de estos cosos anuncian combinaciones más interesantes de las que podremos disfrutar en la capital-. Sí, ya lo sé, como es lógico, entre tanto cartel ínfimo, existe algún otro bueno, pero un par de excepciones, tres o cinco, no justifican al conjunto. Les apuesto a que este año, como los precedentes, no habrá ni las cinco puertas grandes de 1965, ni sus 26 orejas… Al tiempo.
En definitiva, una feria indigna de la categoría de Madrid con la que la empresa –con la complacencia y aquiescencia de la Comunidad de Madrid- ha decidido hundir aun más el prestigio de la primera plaza del mundo. Si sólo hay tres o cinco carteles de categoría para Madrid, si además de ellos interesan apenas media docena de ganaderías a los aficionados, ¿para qué programar 23 festejos –sin el nuevo apéndice- si no es por rentabilizar el abono cautivo? Esto es lo que hay: búsqueda de rendimiento económico y poca afición, o como decía el gran torero Ignacio Sánchez Mejías en alguna de sus crónicas periodísticas: esto es lo que tienen “los mercaderes del toreo”. ¿Qué diría de los de hogaño?

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