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martes, 29 de mayo de 2012

¡Qué devuelva la medalla!

Intereses espurios en los reconocimientos venteños
¿Qué es lo que está pasando en los reconocimientos veterinarios en la plaza de toros de Las Ventas? Desde hace muchísimos años no contemplábamos un desastre de tal magnitud en el ganado que está saliendo por la puerta de chiqueros de la que antaño fuera catedral del toreo.
Hace unos días comentábamos que una voz presidencial  nos soplaba al oído que no hay día que no haya problemas en los reconocimientos y en la designación del ganado a lidiar. Corridas enteras, camiones y camiones, han pasado día sí, día también por la plaza. El que está haciendo negocio con esto es el transportista, sin duda, y me cuentan que Matilla tiene siempre preparados más de un camión por si las moscas... 
Hasta 18, 24 o 26 toros han sido reconocidos más un día para que se lidiaran al fin seis, a veces de ganadería no anunciada, alguno de los cuales no era digno del coso madrileño. El trasiego es incesante y la pérdida de la categoría, con ello, notoria.
Estos días atrás un veterinario -que no es de la plaza, conste- me comentaba que en la raíz del asunto puede encontrarse la figura de Florito. Florito, a quien días atrás se le concedía una gran distinción por la Comunidad de Madrid, que hace años fuera el veedor de la empresa y que hoy sólo anda en sus quehaceres de torilero y cabestrero de la plaza..., entre otras. "¡Qué devuelva la medalla!", gritó un espectador el otro día a mi lado ante el fracaso de mayoral del coso en retirar a uno de los inválidos subsiguientes (y eso que no se echan atrás las chivas...). Pues eso...
Florito que manda como nadie -nunca mejor traída la frase de que "ostenta mando en plaza"- en los corrales de Madrid, no siempre facilitando la labor de los profesionales que reconocen el ganado e interviniendo, al parecer -y según esta voz amiga- a su antojo, para que se acabe lidiando esa sarta de bichos indecentes que hacía años no veíamos en Madrid. Con ello la gente, la crítica, la afición, se vuelve en contra de la empresa y de sus veedores por las reses impúdicamente lidiadas, y a río revuelto..., ganancia de pescadores. Pero los más perjudicados, como tantas otras veces, son los aficionados. 
En el fondo del asunto puede encontrarse ese cuatro por ciento del precio de una corrida de toros que al parecer, y según reconocieron -en vivo y en directo en la radio- algún que otro ganadero en mi etapa de trabajo en las ondas, se lleva el veedor de la corrida. El tripartito, notablemente descontento con la situación, parece se ha reunido con el antiguo veedor de Taurodelta para intentar llegar a un acuerdo satisfactorio. ¿Quién sabe si lo lograrán?
Sea como fuere, los reconocimientos de Las Ventas y lo que se lidia muchas tardes está siendo un auténtico escándalo como no se veía desde los años terribles del hambre...
Si son ciertas las versiones -muy documentadas, por cierto- de ese soplo veterinario, un nuevo escándalo acecha a Madrid. Ya no es sólo una adjudicación vergonzosa a la empresa tripartita, sino las dificultades, tejemanejes e intereses espurios desde su mismo entramado. Una lucha de poder y de intereses para hacerse con el ansiado porcentaje -sacado de mala forma a los ganaderos que tienen que pasar por ese aro- del veedor. 
¿Hacen falta antitaurinos para algo?

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