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sábado, 1 de septiembre de 2012

El "hierro" de Tomás Prieto de la Cal


No sé si mucho, poco o casi nada se ha escrito sobre el hierro -la señal impresa a fuego mediante hierro candente- de don Tomás Prieto de la Cal, pero dado que mañana habrán de lidiarse sus novillos en la plaza de toros de Madrid, creo que es momento de máxima actualidad para abordar del asunto.
En alguna ocasión he escuchado comentar que el hierro es el de los duques de Osuna y Veragua puesto del revés, esto es, una V –de Veragua- y una O –de Osuna-, invertidos 180 grados. Resulta una teoría atrayente, curiosa, simpática, pero me temo que con escaso fundamento histórico. Es verdad que los duques de Osuna y Veragua tuvieron un hierro propio, distinto del que luego utilizó el de Veragua en solitario (y hoy posee Juan Pedro Domecq), y es cierto, también que entrelazaban una V y una O. Quede claro para que no haya malentendidos. Ese hierro lo usaron entre 1835 y 1849, cuando la sociedad de ambos duques quedó disuelta y el de Veragua se quedó con todo el ganado que habían comprado y llevaban ya decena y media de años llevando a su antojo. Desgraciadamente, en todo ese periodo no tenemos ni un sólo testimonio gráfico de cómo era exactamente el diseño, y el más próximo al de marras ha de ser el que Manuel Castellano dibujo en un toro de Veragua que hubo de lidiarse en la plaza de toros de Madrid, con cinco años y pico cumplidos, en 1854.

Manuel Castellano, "Mayoral" de Veragua, lidiado en Madrid el 21-VIII-1854
Ese hierro nos muestra, en efecto, la V y la O –como puede comprobarse del detalle del dibujo que añadimos-, pero como no deja de ser bastante lógico, y más en aquellos tiempos, ambas letras están coronadas por lo que parece una corona –ducal, aunque no lo parezca-. Una V y una O coronadas. ¿Pudieron lucir el mismo hierro sin corona?… Es posible, pero de ello no nos queda prueba documental alguna coetánea a la ganadería en manos de ambos duques. La Redacción de El Toreo, sobre 1886, en su fenomenal y ya bastante raro libro de ganaderías, insertará ese hierro –sin corona- en su página 80, pero se trata de una referencia indirecta, lógicamente, que se inserta 36 años después de que dejara de usarse. Probablemente algún aficionado, algún vaquero, el mayoral o el nuevo duque ganadero recordasen aquello y así lo comentaran para reproducirlo, pero se les olvidó, probablemente, la coronita. En cualquier caso la V apunta hacia abajo, y el tamaño de la O es tan grande que casi envuelve por completo a la primera... Por cierto, el hierro del duque de Osuna, al menos para sus caballos, que criaba en la famosa Alameda de su nombre –a las afueras de Madrid- nada tenía que ver con ello (Zabala, 1860).

El hierro caballar de Osuna es el tercero de la columna derecha (Juan Zabala, Libro de los hierros o marcas..., Córdoba, 1860)
¿De dónde procede, pues, el hierro que ahora utiliza don Tomás Prieto de la Cal, hijo?  Sin ningún lugar a duda es el hierro de don Florentino Sotomayor, que allá por la primera década del siglo XX (hay divergencias en cuanto a la fecha inicial, pero podríamos situarla en 1906-1908) formó su ganadería con vacas y sementales de Miura, a los que –al parecer- echó reses de Parladé y luego del Marqués de Tamarón. Es verdad que hay quién dice, como Camisero, que ya tenía reses propias antes y que la ganadería venía de su familia, pero no hemos encontrado rastro alguno en anteriores libros de historia ganadera…  ¿Para qué iba a utilizar, o a poner en sus ganados un hierro ya inexistente en la cabaña brava, que nadie recordaba si no es a través de libros, y que para nada aludía al ganado que dio origen a su ganadería? No tiene ningún sentido.

Del libro de Emilio Pinar, “Indicador de hierros, divisas y señales de ganaderías asociadas, por...”. Madrid, (1914). Una de las primeras referencias gráficas del hierro en cuestión.
Florentino Sotomayor, ganadero cordobés escrupuloso, gustó siempre de anunciar y pregonar que su ganado era de procedencia miureña, así lo hizo constar en múltiples carteles de la época, y nunca echó a su piara reses –machos o hembras- de origen veragüeño. Lo más probable es que el hierro con esa A y esa O ya le perteneciera, o lo diseñase él mismo… haciendo recordar al hierro de Miura, pero el vértice de la A apuntando hacia arriba varía completamente el diseño del de Veragua y Osuna, tanto el de Castellano como el de la Redacción del Toreo. Es cierto que en esto de los hierros, a medida que se van desgastando, estropeando o cambiando, se van produciendo variantes lógicas, pues el herrero encargado de realizarlo no es un notario…, pero existen demasiadas divergencias al margen de la ausencia de corona –que hubiera quedado muy feo poner boca abajo en aquellos años-.

El Consultor-Indicador Taurino Universal, de Camisero, en su primera edición (c. 1923).
Tan sólo he llegado a ver un diseño parecido al de Prieto de la Cal, en ganadería caballar y no vacuna, a mediados del siglo XIX (en el libro de Juan Zabala, Libro de los hierros o marcas…, Córdoba, 1860), en una yeguada de Bujalance –en la provincia de Córdoba, no demasiado lejos de las fincas donde pastarían los toros de Sotomayor, que lo hacía al pie de las ruinas de Medina Zahara- y a nombre de un tal Antonio Navarro Moreno. Dos curiosidades al respecto: 1.- Es el único hierro de toda España  que tiene ese diseño o parecido en aquellos años; y 2.- Cuatro nombres por debajo, en el mismo Bujalance, nos aparece un Juan Sotomayor como criador de caballos con hierro propio (una especie de seis). Quede ahí la cosa porque no hay más datos que aportar.

De nuevo el libro de hierros de Juan Zabala; fíjense en el segundo de la columna izquierda... El séptimo nombre es el Juan Sotomayor mencionado.
A partir de ese momento, la trayectoria del hierro es clara, después de muchos años en su poder, don Florentino vende la vacada a los Hermanos Martín Alonso (sobre 1930-1, tampoco se ponen de acuerdo los distintos autores), y a su nombre aparece el hierro en la relación de ganaderías de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de 1932. 

El hierro, ya adquirido por los Hermanos Martín Alonso, en el anuario de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de 1932.

La habían adquirido probablemente el año previo y en apenas tres años más, en 1935, venderían la ganadería a Marcial Lalanda que la pone a nombre de su esposa Emilia Mejías.  El hierro adquirido con el ganado es el de la A y la O entrelazadas, y con él van las tres quintas partes de la antigua ganadería de Sotomayor.  Pero en Toros y Toreros en 1935 todavía hierro y ganado se le atribuyen a Fermín Martín Alonso, aunque ya nos cuente Uno al Sesgo que “El señor Martín Alonso ha vendido tres quintas partes de su ganadería a Marcial Lalanda, que ha puesto a nombre de su esposa doña Emilia Mejías la nueva adquisición”.

La primera edición de los "Orígenes e historial de las ganaderías bravas” de Alberto Vera Areva (Madrid, Librería Beltrán, 1949).
Gráficamente perdemos de vista el hierro, muy probablemente porque no lidia en los años posteriores –por causa de la guerra quedó casi complemente extinguida- y cuando de nuevo reaparece en el libro de Alberto Vera Areva, ya se halla a nombre de don Tomás Prieto de Cal y Divildos. Dirá Areva que Marcial intentó recuperarla a base de las pocas vacas que pudo reunir de lo de Sotomayor y una punta de vacas y un semental de doña Juliana Calvo (que poseía la ganadería de Albaserrada, por ser la viuda de José Bueno y tía de los Hermanos Escudero Calvo). Pero, aunque el hierro se lo vendiera Marcial a Prieto de la Cal, en 1945, al poco retiró éste el ganado sustituyéndolo por lo que comprara a José Enrique Calderón procedente de Salvador Domecq y puro Veragua –aunque quién sabe si ya con alguna gota de Tamarón o Conde de la Corte por sus venas…-. Así que el hierro, desde Florentino Sotomayor y a través de Manuel y Fermín Martín Alonso, Marcial y su esposa doña Emilia Mejías, le llegó tal cual es al padre de su actual propietario, don Tomás Prieto de la Cal. Nunca sobra un deje de romanticismo en estos asuntos, pero conviene no perder de vista que las realidades, tantas veces, caminan por vericuetos bastante lejanos a la leyenda. 

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