Etiquetas

sábado, 24 de noviembre de 2012

Banal divertimento: los apodos en la historia del toreo (II)


Existieron algunos apodos verdaderamente tremendos, como Alma Negra (Pedro Rodríguez, banderillero sevillano que actuó en Portugal), Berrinches (de los que hubo tres, cada cual más de armas tomar, Antonio Guisado, Julián Benegas y Pedro Bes), Boca Amarga (Antonio Gómez), Bomba, Brazo de hierro (de los que hubo, también, hasta tres), Cacique de Santa Fe, Cachiporra (de la mejor familia arrabalera, don Manuel Gil), Ciclón, El Diablo (bueno como pocos, Ramón Guillén), Fierabrás (Ricardo López, cuya talla desconocemos, pero que no debía ser gigante en el arte), el Grapo (un diestro llamado Antonio Benítez, muy anterior al nacimiento de los terroristas homónimos), el Judas (como para fiarse lo más mínimo en un quite a los picadores), el Mamón (Pedro de la Cruz, importante diestro murciano del siglo XVIII), el Mameluco (Juan Bastelleros, diestro de a caballo, claro), el Maligno (hubo dos uno de ellos un buen media espada del XVIII, Francisco Ramírez), Metralla (nombre de guerra adoptado por Nicolás Quero y Tomás Ibáñez) o Metrallita (debía ser de poco tamaño de clavo y metal, don Antonio Dontor) sin olvidarnos de un Metrallero (Ramón Sánchez).

El Loco toreando en Nerva allá por 1889
Hubo un Loco, que no sabemos si lo era por temerario o por tener rasgos psicóticos (Juan José Villegas, diestro andaluz de la segunda mitad del XIX), abundaron los Ostiones y Ostioncitos (que ocupan a una decena de diestros, alguno de bastante fama), Puñales (hubo dos, Francisco y Federico Muñoz), Relámpago (alias que utilizaron once toreros, algunos en diminutivo, bastante como para reconsiderar el cambio climático y tan efímeros algunos como la luz que emanan), Tormenta (otros tres distintos), Sinsuerte (Luís Pommier, pero claro, con ese nombre no nos extraña), un Sinmiedo (Francisco Rodríguez, novillero de 1927), el Temerario (apodo que adoptaron Manuel Esteban y Andrés García Huedo), los dos Terremotos (Joaquín Girado y Gregorio Muñoz Vigolla, que nos suenan bastante a la falla de San Andrés y que en nada lograron emular a Juan Belmonte así tildado en algunas crónicas), el fantástico, literario e inexistente Tragabuches (José Ulloa), el Terrible (Juan Antonio García Vargas picador andaluz de finales del XIX que no sabemos si debe su apodo a su carácter explosivo o a lo mal que lo hacía), Truenos (los hubo a secas –me imagino que sin lluvia- o con localización geográfica, como el Trueno de Bilbao -Valentín Cubillas-), el Tigre (José López, un picador de los años 20 del pasado siglo), el Tinieblo (alias de Vicente Martín, banderillero de comienzos del siglo XX) o Veneno, apodo adoptado por varios lidiadores como José Granados, Agustín Espejel, José Pacheco o José Romero; todo ello sin contar a Veneno III (Francisco Rodríguez Cano) o al Veneno chico (digo yo que sería bastante menos tóxico, don Atanasio Oliete).

Cartel sevillano con el Tato y el Gordito en competencia y un joven (sólo dos años de alternativa) llamado Lagartijo
Da pena oír hablar del Suplente (Manuel Moreno) o del Improvisao (así no se va a ningún lugar, don Ángel Ramos…) o de los innumerables Sordos y Sorditos (hasta nueve diestros), de los tres Mudos (que no dijeron ni pío en el arte taurómaco), de Cuatro Dedos (otros ocho, uno de ellos nacido en tierra azteca y apodado Cuatrodedos mejicano), de el Bolero (cualquiera se fiaba del pobre), de el Culón (que al menos podría sentarse en el estribo de la barrera, Antonio Álvarez), de los mil Chatos y un Chatín que hubo (sin contar los que así ha nombrado el genial actor Arturo Fernández), de los muchos Gordos, Gorditos y Gordillos que el mundo ha habido, a cuyo frente se encuentra el genial diestro sevillano, rival del Tato, Antonio Carmona el Gordito, de el Jorobado (que además lo era en realidad, don Antonio Rodríguez), o del Chepa de Carabanchel (auténtico jorobado, también, de este barrio madrileño, que alternó en una ocasión con otros dos más, morbosamente anunciados en un cartel de Sevilla: El Chepa de Carabanchel, El Chepa de Zalamea y El Chepa de Burguillos), y algún otro Chepa más, como el de Villafranca (del Penedés... quién lo habría de decir hoy...), de el Quemado (Juan García Núñez), no lo vería nada claro Saturnino Fernández, el Túnel; lástima nos dan también los muchos Mellaos, Melladitos o Mellaítos, uno de ellos Mellaíto de Málaga, por no decir nada del Remellao (al que debían faltar tropa dental), o del pobre de Boca sin Dientes, un ignorado torero de principios del XVIII de no malas hechuras, y en su contra de los tres diestros que se apodaron Dientes (a saber cómo los tenían).

Cartel de la barcelonesa localidad donde no quieren que luzca la enseña nacional, pero que antaño no le importaban las fiestas de toros. El Chepa de Villafranca aparece matando un eral
Sin embargo quien no quiere estar cerca del Príncipe (Francisco Lorca), de los Formalitos (cinco o seis de ellos distintos), de Fortuna (apodo que al margen de Diego Mazquiarán, el fenomenal espada vizcaíno, adoptaron cinco o seis aspirantes más, y sin contar a uno chico -Julio Merodio-, un segundo –II- y un tercero –III-) o de los muchos Señoritos que hubo, o de el Simpático (apodo adoptado por Rafael Jiménez no sabemos si por lo agradable de su trato o por todo lo contrario) y bastante más lejos de Nerón (Pedro Chirivella), algo más próximo de el Faraón (Antonio Jiménez Castro, que no era Curro Romero ni mucho menos), del Conde de Magazza (Luís Amaya, y es un apodo, no título nobiliario), de los dos Marqués (uno de ellos Adrián Velázquez) y otros tantos Marquesitos (nos da que eran finos, elegantes y educados…),  o, subiendo en el escalafón, de Carlomagno (Emilio Sales); y estar lo más lejos posible de los muchos Carboneros y Carboneritos, y del Matraca (Ramón Bellver, banderillero de principios del XX que debía ser algo –o bastante- pesado).

El Marqués a la palestra en este cartel de La Algaba de 1887
Y ya puestos, qué podemos decir de los que tuvieron como apodo referencias corporales, al margen de las citadas, como el Ancho (Venancio Enjuto, novillero en 1915 cuyo apodo nos suena a guasa sandunguera, contraria a su apellido), el Aseao (esperemos que no nos encontremos, de nuevo, con una referencia irónica contraria a su verdadera naturaleza), el Bizco (Julián López, que tiene mala pinta a todas vistas), el Berruga (Antonio Ríos, al que nos tememos que le habría asaltado el correspondiente virus), Bobito (que ya hay que serlo para anunciarse, o dejar hacerlo, así, don Simón Delgado, aunque fuese un banderillero peruano de buenas maneras de finales del XIX), Bocanegra (el buen matador cordobés Manuel Fuentes, que tenía ese defecto, quizá originado en un saturnismo, quién sabe, y que tuvo tres imitadores homónimos), el Bola (no sabemos si por lo gordo o por las trolas que contaba), el Botijo (que lo mismo nos vale para la grasa corporal como para llevar la españolísima vasija), Cabellito (que supondrán de pelo fino y lustroso, o quizá calvo por completo, pero que en realidad se llamaba Ricardo Cabello), Cabeza (parte anatómica situada sobre los hombros y que algunos le sirve para pensar y a casi todos para comer, ver, oír y oler, y que había recibido en la pila el nombre de Manuel Escudero), Cabeza de Dios (don Manuel Navarro, ya me dirán ustedes por qué). Hubo un Calzones (me temo que los enseñaría más de una vez, don Ángel Fernández, banderillero de los años 60 del siglo XIX a las órdenes de Cúchares), otro apodado el Capón (alias que adoptaron un tal Tomasito y Pedro Campos, y que no dice nada bueno de ellos), Cara Ancha (José Sánchez del Campo, otro espada más que notable, que se vio imitado en el apodo por su hermano Rafael y otros dos más, quizá con la misma cara de pan que el célebre maestro del XIX), Cara de lata (Cirilo Puchá, del que no sabemos qué es mejor, si nombre o alias, picador en novilladas en torno a 1875, que quizá por los muchos trompazos en la cara adoptase ese nombre, o por la dureza de su rostro en el trato con las gentes), Carrillo y Carrillito (de éstos tres diestros), Castito (como un bendito de Dios, pero hoy en día, con la que está cayendo, cuesta pensarlo en relación con el sexto mandamiento y quizá diminutivo de su nombre), Cuello (José Mazariego, que o lo tenía largo o algo le pasaba en el mismo), Cuerpo limpio (otro que iba pregonando lo que quizá no tuviese), o el Cursi (sin comentarios). Por las plazas anduvo un Dedosfinos (Cristóbal Rodríguez, banderillero de principios del XX, que o bien los tenía delicados como de mujer pianista…, o demasiado largos… ya me entienden), Delgadito (Félix Jiménez, sin duda debido a una infancia con penurias), el Esgalichao (otro que debió pasar hambre, este Manuel Jiménez banderillero de mediado el XIX), el Estirao (quizá largo y delgado como un huso, o quizá de modales finos y aristocráticos Victoriano Joven), el Feíto (guapo, sin duda), el Ganapán Sordo (un tal Gabriel del que nada se sabe), el Gangrena (Francisco Erades, apodo que nos huele francamente mal). Mejor suenan Guapín (don Ramón Quesada, de bella faz), o Iluminadito (que no crean que era alguien tocado por la luz divina o por el saber, sino don Iluminado Sáenz). Hubo varios el Largo (sin duda de estatura pronunciada o de amplios conocimientos o mañas), Lavativa (Carlos Vervel, antiguo monosabio, que en 1884 actúa en una especie de mojiganga, estoqueando un toro de forma lamentable, y que nos deja perplejos…), el Loco ya citado o sus parientes los Loquitos y Loquillos (de los que hubo cinco diestros aunque ninguno cantara…), Lunares (un Jaime Nolla, que debía acapararlos), Lunarcito y Lunaritos (dos diestros que debían tenerlos de menor tamaño, sin duda, que los que lucía el anterior), el Manco (Matías Moreno, picador del XVIII, que no debía ser idem) y un Manquito, Manitas (Eugenio Fernández, otro picador que debía tenerlas como catedrales), Manos de Gallo (el banderillero cordobés del silo XVIII Andrés Rodríguez, que menos mal no las tenía de cerdo), Manos Duras (dos picadores, como es lógico, llamados José Reyes y Emilio Núñez).

Cartel bilbilitano con el original Morenito de Algeciras en 1902
Morenos, Morenitos, Negro (recuérdese que al sin par Salvador Sánchez Frascuelo en sus orígenes también le llamaban el Negro) y Negritos hubo legión, como para formar varias compañías, incluso un Negro Facultades y un Negrón (José Martínez, banderillero blanco, de Burriana y principios del siglo XX). Dos Ojitos aparecen por allá (ambos Frutos, Remigio y Saturnino, y ambos notables subalternos, a los que se suma un tercero llamado Alberto Patiño), y no nos asusta Ojo Gordo (Manuel Sánchez, banderillero de tiempos de Pepe Illo). También aparecen un Orejita (José Diañe, banderillero de Córdoba), el Pata, por no hablar de Patas (Victoriano del Huerto). De entre la zona capilar destacamos a un Pelao y un Pelitos, y otro que adoptó el alias de Peluso, y puestos a no salir de la pelambrera nos suena bastante contagioso el Piojili (Francisco Prieto, quién sabe si mantenedor de una buena colonia de ftirápteros en su región cefálica), y para ello nada mejor que un Rapao (Felipe Sebastián), del Ricito o de los cuatro Rizaos que lidiaron por esas plazas de Dios. Dos Pochos hubo (uno Alfonso Alarcón, banderillero, novillero y matador de la época de Pedro Romero, de notable actividad en Madrid y media España), y otros tantos Riñones –como es lógico-, dos que se quedaron Ronco (Manuel Lorente y Pedro Ortega) y un Ronquillo (Vicente Blanes); muchos, y no todos ciertos, Rubios, uno de pelo Largo (Rubio Largo) y otros de Lima o de Valencia, sin contar los Rubitos, compañía de infantería, algunos con localización concreta, Rubito de Madrid, de Sevilla o de Zaragoza. En contraposición a los Cuatrodedos que fueron, hubo quien lució el alias de Seisdedos, por sobrarle lo que a aquellos les faltaba. Hubo un Sonao, novillero de 1905 y 6 que no triunfó, quizá por su mala cabeza. Tuertos, de un ojo, hubo dos, y otro más que debió adquirirlo en su oficio, el Tuerto de la Carnecería, don Juan Moreno. Algún diestro llegó tarde al oficio, porque se apodó la Vieja (Enrique Acuña o José García) o el Viejo (otro José García). Manejaron bastante mejor la mano izquierda que la derecha un montón de Zurdos de todo tipo, lugar y condición y un Zurdillo, que hay tauromaquia para todos.
Los hubo con bastante poca imaginación como Morenito de Algeciras de Valencia, diestro citado por el revistero Maximiliano Clavo Corinto y Oro, que, al parecer, siendo valenciano admiraba al auténtico Morenito de Algeciras; o qué me cuentan de Rodríguez II o el Pérez (que además, por cierto, se llamaba Antonio Fernández), sin comentarios; y para qué decir nada de Torero (hubo dos que adoptaron este alias, llamados José Abad y José Espeleta). Incluso hubo un par que se titularon Cuarto Cara Ancha, que ya es decir, uno José Gutiérrez y otro José Jiménez, que seguro no anduvieron muy bien armonizados, ya puestos a ello. Y uno con demasiada, quizá, el picador Jerónimo Rodríguez, el Transvaleño, de principios del siglo XX, probablemente influido por la inmediata guerra de los Boers en Sudáfrica.

José Manzano, Nili, como espada en Sevilla en 1858
 Y cualquiera se pone hoy en día, con lo susceptible que está el mundo, Barbi (y sin embargo buen lidiador), la Burnaca, Blanquita, Chiribiquí, Chispita, Coquita, Cocolín (ex novillero que aparece en cartel de la guerra madrileño)Coralito, Cuqui, El Cursi, Lili, Lin (don José Pérez, para nada de origen oriental), Titi, Tiriti o Tiri (en total cinco o seis aspirantes a la fama que se quedaron por ahí), Falito, Figurita, Gilillo, Pipa (de los que también hubo legión entre finales del XIX y principios del siguiente, alguno con carácter regional o local), el Mariquito (Nicolás Martínez, ¡ay mi madre!), Solito, Ruchi, Paloma o Picardías, existe un Pili y otro Mili (como las gemelas famosas de hace la torta de años), un Pilín, Llilli (no sabemos si “el amoroso” de la canción, pero de nombre Francisco Vilches), o el jactancioso el Polvorero (Luís Ramírez), Chelito (Nicolás Cabrera), un Montelirio, dos Chuchis y lo que es peor, otros dos Churris

2 comentarios:

  1. uego a un questionario sobre la corrida de toros en francia y busco a la respuesta siguiente :

    En los anos 1960, un joven matador de toros se llamaba "el explosivo de la mancha". Busco su nombre y apellido.

    Puede ayudarme?

    Gracias

    ResponderEliminar
  2. Tendría información sobre un personaje llamado "Manuel Gómez Ortega" apodado el Tiri que hacía un espectáculo con toros domesticados, primero sobre 1871 con dos toros llamados Plumaje y Mercader y sobre 1878/9 con otro toro llamado Ligero?? Muchas gracias.

    ResponderEliminar