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martes, 12 de marzo de 2013

El Premio

No, no es por el título de aquella interesante, intrigante y magnífica película que protagonizaran Paul Newman y una espléndida Elke Sommer, con el trasfondo de los Nobel por medio. Película inspirada en la Guerra Fría que acabó helándose por Siberia para dejar paralizado bajo el hielo al Politburo del oficialismo soviético. Pero no teman, también hay notables parecidos…



No, me refiero a la reciente concesión del Premio Nacional de Tauromaquia, que como ustedes sabrán ha recaído en el diestro Paco Ojeda entre la estupefacción de la mayor parte de aficionados, que, en su mayor parte, no han dicho esta boca es mía quizá porque aun no han salido de su asombro. Conozco a bastantes de los integrantes del Jurado cuyo “fallo” –no sé si literal en su primera acepción- ha dado lugar a que, a partir de ahora, esta nueva recompensa o se tome a auténtica “chufla” o haya de ser rápidamente reconvertida.
Y es que el incomprensible Premio Nacional de Tauromaquia 2012 concedido a Paco Ojeda ha supuesto, de nuevo, aunque algo surrealista, perfecta coherencia con el taurinismo rampante en la tauromaquia postmoderna de esta segunda década del siglo XXI. Y es que han sido coherentes con su particular concepto de la tauromaquia, y de ahí que lo justifiquen con esa frase que define todo un proyecto: "especialmente su gran personalidad estética y la enorme influencia que su concepción del toreo ha tenido en toda la Tauromaquia posterior". Coherencia, repito, con la fiesta que nos toca vivir –o malvivir- no con la que fue y la que será por siempre, con la que debiera ser. Coherencia con la pérdida de valores que la misma padece en la actualidad, donde el metraje es valor superior al del mérito, donde la pata atrás se defiende frente a la gallarda, valiente y meritoria actitud de “cargar la suerte” p`alante, donde se torea con la muleta por detrás del muslo, donde el bicho “que no molesta” se impone frente al toro encastado, donde el lenguaje se pervierte para justificar lo injustificable, en la descripción de la técnica, en la narración de faenas o en la definición de bravura o trapío, términos prostituidos en el lenguaje del taurinismo oficial. Esto de la bravura, sólo medida hoy en la faena de muleta –el toro ha podido salir de najas del caballo, aun con coces asociadas-, aquilatada en la duración baboseante de sus embestidas, en la nobleza rayana en la borreguez, en la sumisión absoluta y carencia de cualquier respuesta que pueda incomodar al espada de turno, es paradigmático de la fiesta y de la sociedad actual. Por izquierda o derecha, cualquier ciudadano que moleste, que muestre una opinión contraria al opinar oficialista, o simplemente a la moda –entendida en términos estadísticos- es incómodo –bueno… para el mundo político oficial, como para el taurino, sólo las que se salen por la derecha-.

El programa de la tarde que supuso su despegue: Madrid 25 de julio de 1982 (Colección personal)
En el jurado propuesto, repito, había bastantes caras conocidas… y otras absolutamente desconocidas para mí. Pero en su conjunto, lejos de suponer una visión absolutamente independiente, plural, próxima a la cultura o al mundo de la intelectualidad, cercana al aficionado que mantiene el espectáculo, podía verse a un pequeño grupo de gente muy próxima a una visión común, y apenas unas cuatro voces que pudieran resultar discordantes…
¡Y tanto! Fíjense qué casualidades tiene la vida, que tres o cuatro de ellos ya llevaban el mismo nombre -el del ganador final- como propuesta para el Premio. Imagínense que, sin contacto previo, diez, doce o quince de nosotros –catorce eran los miembros del Jurado- nos reuniéramos para dar un premio a cualquier cosa ligada a la fiesta nacional: una institución, un pensador, un pintor, escultor, músico o fotógrafo, un aficionado de solera, una peña taurina, una asociación, un centro de investigación, una Universidad, una Fundación, y que sólo como excepción –que es lo que reza el texto del premio para su concesión- pudiéramos llevar el nombre de un profesional taurino –ojo, cualquiera, empresario, apoderado, ganadero, matador, novillero, subalterno, picador, mozo de espadas, rejoneador…-. Pues nada… tres o cuatro de nosotros coincidimos en el mismo nombre, en el de un torero retirado, con exigua ganadería, yerno que fue de otro ganadero –aunque no sé cómo anda la cosa-, que anduvo dos años –venga tres- en la cúspide y que luego casi todos los aficionados hemos ido olvidando... salvo el taurinismo oficial y rampante y algún fan añorante...


La foto de un joven Ojeda que acompañaba a los programas de aquellos primeros años
En la propuesta inicial se barajaron -y luego descartaron- otros nombres de mucho más tronío y méritos indiscutibles, como el de el Viti –ese sí que fue una gran figura, universalmente reconocida, pero que sólo consiguió dos o tres meritísimos apoyos iniciales, aunque al fin fue la única opción válida frente a Ojeda, quedando en segundo lugar sólo por los pelos…-, o el de Mario Vargas Llosa  -Premio Nóbel, recuerden, que defendió la fiesta en la misma entrega de aquel en Estocolmo, alguien cuya repercusión hubiera tenido eco y alcance universal-. Pues nada… Paco Ojeda. ¡Hombre!, andaba en el jurado Múgica, cuya amistad con el diestro ha sido manifiesta, Gómez Angulo que se honra también con la misma, un escritor que parece interesado en una posible biografía del diestro, otro político que le admira sinceramente…



Detengámonos, antes que nada, en qué es lo que se premia, que es condición previa que nadie debería olvidar. Dice el texto del BOE, en su artículo segundo, que “El Premio Nacional de Tauromaquia correspondiente a 2013 está destinado a reconocer los méritos extraordinarios de un profesional en las diferentes actividades de la tauromaquia durante el año 2012, o de una persona o institución que haya destacado por su labor en favor de la difusión de los valores culturales de la tauromaquia durante el mismo periodo”. ¿Qué habrá hecho Paco Ojeda en 2012 para hacerse acreedor del mismo? ¿Le vieron ustedes en el Congreso? ¿Se ha caracterizado por su defensa de la tauromaquia de alguna forma, en los medios de comunicación, en el mundo político, en la malhadada humorada del Parlamento catalán el año anterior, ha escrito algún libro, artículo de fondo o simplemente panfleto en defensa del espectáculo, ha creado obras de arte –pictóricas, escultóricas, musicales, diseñado arquitecturas taurinas, vertido en versos o prosa sentimientos universales de amor a la fiesta o de la exaltación de sus valores-? ¿Cuáles son esos méritos excepcionales en cualquiera de las diferentes actividades de la tauromaquia, ojo y mucho cuidado, durante 2012, para destacar por su labor de la difusión de los valores CULTURALES de la tauromaquia durante el mismo periodo? Fantástico. Empezamos fenomenal.


La terna al completo en aquella primera tarde madrileña, confirmación y presentación.
Sólo como singularidad –mal vamos si comenzamos justo con la excepción-, dirá el texto del BOE: “En casos excepcionales, debidamente motivados, también podrá otorgarse como reconocimiento a una trayectoria profesional”. Y hete ahí que el Jurado –bueno sólo la mitad y poco más del mismo, ojo- comienza por conceder el Premio a la excepción. Nadie, al parecer, ha reunido méritos durante 2012 para hacerse acreedor al mismo, en el ámbito de la difusión de los valores CULTURALES de la fiesta; nadie, absolutamente nadie, ni una sola persona, ni un grupo, ni una institución, nadie ha hecho nada en 2012 y sólo han podido entregar ese premio a alguien que casi vive alejado del día a día taurino y que nada relevante ha hecho en este 2012 –menos aun en el mundo de la CULTURA, claro-.


Programa de su primera puerta grande madrileña: 18 de mayo de 1983 (Colección personal)
Pero es que, además, se lo han dado a un diestro de trayectoria más que dudosa, pero que justifica buena parte del destoreo que hoy se practica: la pierna atrás, el encimismo absurdo y agobiante, la lidia de reses descastadas y chochas –el “vaco” que comentaba el gran Marcial Lalanda, justo en aquellos años-, la colocación fuera de cacho, las más de las veces en la pala del pitón o –peor aun- en la oreja del animal -aunque hiciese sus alardes entre los pitones, al citar casi siempre estaba absolutamente descolocado-, el sobeteo en medios pases sin fin, circulares inversos, cambios de manos a medio pase, pero una estética afín con los gustos más contemporáneos. No es que no tuviera virtudes, que las tuvo, como la quietud, el temple y aun el valor, es que creo se magnificaron por los que entonces se asustaban con "eso" y no reconocían virtudes a los Ruiz Miguel, Miguel Márquez, Manolo Cortés, Palomar, Esplá, Pepe Luis Vargas y tantos que bregaban con lo más duro. Ojeda encandilaba entonces –en los años 80- a los taurinos, a los aficionados afines al oficialismo o amigos de algunos diestros -"toreristas" se llamaban entonces-, a buena parte del público ocasional, a los que fundaban el mérito del espada por centímetros -con el costillar, no con los pitones-, más que por sus auténticas cualidades –posición, colocación, distancias, cite, cargazón, remate, temple, conocimiento de las reses, inteligencia-… pero siendo consecuentes hemos de reconocer que creó escuela. Escuela no de la mejor, pero escuela al fin. Es verdad que tenía muchísima personalidad, que toreaba cerca y que templaba bastante… pero ¡hombre!, como él, en la historia y a lo largo de la misma, con mayores méritos hay decenas de espadas, comenzando por el mismo Viti o Paco Camino, sin ir más lejos. Torero de revolera, que no de media verónica, como lo definiera un buen amigo y grandísimo aficionado de Las Ventas, torero muchas veces más de artificio que de verdades, de distancias cortas –donde el toro pesa menos y empuja muchísimo menos aun- que aquellas largas que ofrecían –en idénticos años- dos veteranos como Antoñete o Manolo Vázquez o un novel espada llamado César Rincón unos cuantos después.


Paco Ojeda con juampedros en Bilbao... (Colección personal)
Para los más neófitos, y para ejemplo, repasemos alguna de las cifras del premiado en la catedral del toreo -como la llamara el gran crítico Alberto Vera Areva-, en la plaza de Las Ventas, para conocer el alcance universal del toreo del ya inmortalizado Paco Ojeda. Para empezar, el diestro no hizo ni un solo paseíllo como novillero en Madrid, ni uno sólo; no es el único, es cierto, que lo haría, pero ya empieza por resultar algo sorprendente. Se presenta y confirma la alternativa el 25 de julio de 1982, junto a José Luis Parada y Gallito de Zafra, quedando bastante mejor que ambos, con reses de Cortijoliva (un remiendo en cuarto lugar de García de la Peña, que no le correspondió). Como torero de a pie hizo el paseíllo en sólo 17 ocasiones: DIECISIETE OCASIONES. ¡Hombre, no sé si es como para tirar cohetes! Joselito el Gallo, y eso que murió en 1920, apenas siete temporadas completas después de su alternativa, lo hizo en 80: OCHENTA. Joselito cortó 16 orejas y un rabo en Madrid en tiempos donde aquello ni se estilaba ni muchísimo menos era común…, más bien al contrario. Ojeda en más del doble de años en activo cortó en Madrid cinco. Eran otros tiempos, es verdad, pero Ojeda anduvo más del doble vestido de luces... ¿Miramos las corridas toreadas por el Viti? ¿O las de Camino, Puerta, Curro Romero, Paula, Aparicio o Litri padres, Antonio Bienvenida, Andrés Vázquez, Ruiz Miguel, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis o Manolo Vázquez? Sí, ya sabemos que contemporáneamente esto de pisar el albero matritense es cosa rara… pero entonces se dejaban ver más que ahora. Bueno, lo dicho, 17 paseíllos a pie… y tres a caballo, como rejoneador. Fantástico. Hubo dos puertas grandes, ambas en 1983: el 18 de mayo, en que mató un toro de Sayalero y Bandrés y otro de Antonio Ordóñez, y el 30 de mayo de ese año, en corrida de Hernández Pla y La Quinta (el sexto, de este último hierro, fue en el que cortó las dos orejas), en la que saldría bajo división y almohadillas por la Puerta Grande mientras que Esplá lo hacía por la de cuadrillas bajo los gritos de “¡Torero, torero, torero!”. Buen ejemplo…
¿Y el resto de sus apariciones madrileñas? Pues quedan resumidas en el siguiente cuadro:

Resultado
Como torero
Como rejoneador
Bronca
4
0
Pitos
3
1
División
2
0
Silencio
12
1
Palmas
1
0
Ovación
3
1 y 1 por colleras
Vuelta
4
0
Oreja
3
1 por colleras
Dos orejas
1
1 por colleras

Desde luego, para ser figura intemporal… no parece que cuadren los datos. Al menos en Madrid. Se podrá decir, se dirá sin duda, que Ojeda cuajó sus mejores faenas en otras plazas, como Sevilla, por ejemplo, pero si hacemos un recorrido similar, nos encontraríamos con nuevas sorpresas. En la plaza de Real Maestranza de Caballería –y al margen de sus dos únicas actuaciones como novillero, una de ellas de Puerta del Príncipe-, Ojeda piso el albero hispalense en 26 corridas de toros y cortó 15 orejas (sobre 104 posibles, un 14,4%), cuatro de ellas en su tarde más triunfal, en solitario, un día de la Hispanidad frente a una corrida de Manolo González, en 1982 (Gallito, ya que lo hemos citado antes, lo hizo en 59 ocasiones en unos años donde había muchos menos festejos, por cierto, y cortó hasta 38 orejas y dos rabos entre la Monumental y la maestrante, un 16,1%, y eso cien años ha). Ojeda sólo cuenta en su haber con dos puertas del Príncipe como matador, la mentada de 1982 y la primera de sus actuaciones en la Feria de Abril del 83 y tiene una faena de dos orejas en la feria del 88. Tampoco es una barbaridad… Toreros de ese corte los ha habido por docenas, no les quepa duda.


Los toros de aquella primera puerta grande madrileña (Colección personal)
El mismísimo Filiberto Mira –nada de dura crítica, sin duda- dirá de él, en su “Cien años de toreo en Sevilla (1900-2000)” (Sevilla, 2002), que “Las cimas de Ojeda podrían haber alcanzado las de José, Juan y Manuel, si al que llamé el Tartésico… hubiera tenido una mayor continuidad en los éxitos, y no hubiera necesitado, para la realización de sus faenones asombrosos, unos toros que mucho se le acomodasen a su enervante y peculiarísima forma de torear”. A buen entendedor pocas palabras bastan. No hace falta recurrir al tópico de Alfonso Navalón (que nunca lo vio con buenos ojos) de “saco de patatas”, basta con repasar lo que dice la última edición del Cossío (la de 30 volúmenes) para ver que sus triunfos rotundos se limitaron a los años 82 y 83 y aledaños, y que cuando fueron apareciendo en lo sucesivo lo fueron en cosos donde las exigencias no suelen ser de lo más estricto (incluidas entre ellas Marbella o Benidorm, por ejemplo). Repasen su biografía y comprueben dónde fueron aquellos y cuál su alcance, por favor. Y fíjense como en Sevilla tampoco aparecen éstos, salvo en las precedentes y en alguna otra esporádica. En 1980 pasa sin pena ni gloria; no torea en el 81; en el 82 corta una oreja a un toro de Barral y da tres vueltas al ruedo antes de su éxito del 12 de octubre mentado; en el 83 nuevo triunfo, con tres orejas cortadas a dos reses de Manolo González, y un nuevo trofeo en otra aparición, son sus años triunfales; en el 84 tres actuaciones en el coso del Baratillo y ninguna oreja; en el 85 no pisó su arena; en el 86 nuevas tres tardes y sólo dos orejas de doce posibles; en el 87 tres actuaciones más y ningún trofeo que llevarse a la boca; en el 88 nuevos tres festejos, cortando dos apéndices en el primero; desaparecerá en los años 89 y 90, reapareciendo en 1991 tres tardes más, sin recompensa alguna, y de la primera de ellas nos cuenta el redactor del Cossío que era Un cartel muy esperado, para el que se han agotado las entradas desde bastantes días antes… los toros pertenecen a la divisa de El Torreón. No le acompañó la suerte, ni con los del hierro titular ni con un sobrero de la divisa de su suegro que no permitieron que hiciese su toreo”, y las dos tardes de la feria de abril… tampoco: “sin encontrar en ninguna de las tardes ese sitio que le dio justa y merecida fama” dirá; en 1992 aparece en Sevilla “en la que con tres corridas es uno de los pilares en los que se sustenta este año el abono. Ni con los juampedros, el 20 de abril, ni con los jandillas, el 27 siguiente, estuvo bien, quedando sus trasteos, al menos uno cada tarde, por debajo de las condiciones de los toros. Salvó la feria en el último toro que lidió…, de Guardiola Fantoni… cortando una oreja” en faena muy medida, dirá el redactor de su entrada en el moderno Cossío; en el 93 se ausenta de la Real Maestranza y de los cosos españoles, aunque reaparece en el 94 en dos tardes que se saldan en blanco “sin que en ninguna de las tardes hubiese ojedismo”; desde el 95 hasta el 2002 su nombre desaparece de los carteles de la capital andaluza –como matador, aunque hace tres escarceos en Sevilla como rejoneador-, y en la corrida a pie de este último año, el 31 de marzo, con reses de Torrealta, “un lote sin opciones le impidió lucirse en un día tan especial”, se nos contará en la buenista biografía de la enciclopedia taurina. Como pueden comprobar, y al margen de sus dos o tres buenos años, alguna actuación afortunada -como cien toreros más-, personalidad, quietud y poco más, con el público a favor.
Ojeda fue un diestro que se mantuvo apenas una decena y media de años como matador, sin contar sus apariciones ulteriores a caballo, como rejoneador, algo en lo que brilló fugazmente (las dos orejas de aquella tarde madrileña las cortó en actuación por colleras junto a Hermoso de Mendoza, este sí, el mejor rejoneador de la historia), o a pie en temporadas donde la desigualdad o los malos resultados fueron la tónica general. 


Hace apenas quince días y de ello apenas si se hizo eco algún blog... Ruiz Miguel en la última conferencia de la Peña "Los de José y Juan"
Hablando el otro día con Francisco Ruiz Miguel, durante y después de una muy interesante conferencia en Las Ventas, nos comentaba en público, que tal como le dijera Antonio Ordóñez –otro más del montón…- para ser figura había que torear temporadas completas –de Castellón a Zaragoza- y dar la cara en las plazas más importantes… durante veinte años. Ruiz Miguel, al menos, lo cumplió, toreando una media de 50 corridas anuales, enfrentándose a 100 corridas de Miura, 89 de Victorino, incontables de Pablo Romero, Palha, patas blancas, santa-colomas, Conde de la Maza, ibanes, etc., abriendo la Puerta Grande de Madrid en DIEZ OCASIONES y llegando a cortar el último rabo cortado en la plaza de la real Maestranza de Caballería de Sevilla, ¡oigan!, el ÚLTIMO RABO… frente a un toro de Miura llamado Gallero. Te podría gustar más o menos su estética, pero el mérito y la trayectoria no tienen parangón con la mayor parte de los coletudos de su tiempo o del presente… incluido Ojeda. Que por cierto vio poco -aunque algo- de esos encastes…
El premio, no sé si de consolación por no haberle concedido la medalla de oro de las Bellas Artes, tiene poco peso y menos justificación, pero muchíiiiisima política. Comenzar con un  torero muy discutido en su tiempo, y más aun, centrándose en la excepción que señala el texto del BOE, ha sido un gran error. Sé de muy buena tinta, que hubo dos frentes dispares, y que S.M. el Viti anduvo a un tris de conseguirlo; hubiera sido muchísimo más lógico, porque don Santiago no ha cesado en estos años de manifestar su apoyo a la fiesta, la defensa de sus valores intrínsecos y ha dado formalmente la cara frente a los últimos procesos abolicionistas. ¿Dónde andaba Ojeda en esas ocasiones? ¿Cuáles han sido sus méritos en 2012 para hacerse acreedor del mismo?
Vaya un timo, amigos. Intentaré, como hacía Paul Newman en la película, portarme en lo sucesivo algo mejor, pero es que cuando me dan el cambiazo del auténtico Edward G. Robinson por uno falso, nace en mí un qué sé yo  por dentro, que me impulsa a intentar desfacer entuertos... y más si la sombra soviética de la opinión única y la amenaza del gulag para los disidentes, planea por el horizonte. Gracias a que mi Elke Sommer la tengo en casa...

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