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domingo, 9 de junio de 2013

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz
Carencias
La tarde de ayer resumió, casi al completo, lo que ha sido el conjunto del ciclo primaveral taurino desde el punto de vista climatológico, o… ¿climatoilógico?
En dos horas, cayeron dos pequeños chaparrones, hizo fresquito, apareció el arco iris, salió el sol y subió un poquito la temperatura. En el medio rural más apropiado, saldrían caracoles al por mayor.
En un mínimo receso de la taciturna tarde, recordaba que hace cincuenta y tantos años, por estas fechas, al salir de la escuela, y después de merendar un trozo de pan de hogaza casera más un trozo de tocino con veta de magro también casero, me mandaba mi madre a la huerta para traer forraje y alimentar a gallinas, conejos, vaca cochinillos o corderitos. Carretilla, zoqueta y hoz en mano, más contento y con menos cuento que Aznar, me plantaba ante una suerte –parcela- en que había alfalfa, lechugas y berzas. Los caracoles formaban parte del paisaje y…
Y ayer, como otras tardes, salieron caracoles por los toriles. No seamos mal pensados, eran caracoles desde el punto de vista de la proporción que hay entre sus exagerados cuernos y el tamaño físico que encierran sus cáscaras.
Los toros de Baltasar Ibán y el sobrero de “El Montecillo” tenían suficiente trapío para Las Ventas. El segundo toro de la corrida se partió un pitón en la suerte de varas, y el presidente ordenó salir un sobrero como podía no haberlo ordenado. El reglamento no recoge ese cambio.
Los pesos oscilaban entre los 505 y los 580 kilos, todos con mucha leña por delante. El tercero se llamaba Bastonito, nos acordamos de su pariente del mismo nombre que hace dos décadas puso en figura a César Rincón. El de ayer no fue tan bravo pero tenía energía y respeto como para que David Mora subiese un peldaño en su cotización y en el escalafón.
El conjunto de la corrida no fue una congregación de hermanitas de la caridad, pero tampoco era una reunión de banqueros desalmados… como esos que se dedican a robar carteras. Los toros no eran modernos del montón, eran más exigentes, de los que hay que lidiar con firmeza y cabeza, y después probar el toreo “bonito”, mejor dicho probar el toreo eterno en su versión heroica a base de técnica, ideas y corazón.
Hubo muchas carencias ante la cara de los toros, desde la colocación, a las distancias que parecían pedir los toros, pasando por los terrenos y las pausas adecuadas. Esos cuernazos, esos sentidos… eran de los que conducen al éxito y el triunfo, o la espera de otra ocasión.
Decía Ordóñez: “hay que jugarse la vida con todas sus consecuencias varias tardes al año”. Ayer, como otras que ha habido en la feria, eran propicias para demostrarlo… pero los toreros solo estuvieron tan voluntariosos como conformistas.
Diego Urdiales, con el lote más complicado no estuvo en Diego Valor. El francés Juan Bautista Jalabert, como torero, no estuvo a la altura de su paisano y tocayo Juan Bautista Moliére como autor, y David Mora no fue el David que venció a Goliat. Nos tuvimos que conformar con banderillas como las de “El Puchi” o la suerte de varas de Mario Herrero. No, no hubo ni una ovación unánime en toda la tarde. Así de inculta y grisácea acabó “La Feria de la Cultura y el Arte”: ¿al revés?

            El toreo puro y bello es:
            Paciencia
            Suficiencia
            Experiencia
            Conciencia
            Reverencia
            Cadencia
            Decencia
            Esencia.
            El toreo puro y bello es:
            Impresión
            Sensación
            Vocación
            Devoción
            Vibración
            Pasión
            Conmoción
            Excepción
            …y más.

P.D. Prometo un genérico y breve resumen del ciclo primaveral taurino en los próximos días. Hasta pronto.

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