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domingo, 7 de julio de 2013

Justo una semana ha...

        En la senda del destoreo

Por José Campos Cañizares


No se puede titular de otra manera lo que pudimos ver -los aficionados- el domingo 30 de junio en la plaza de Las Ventas de Madrid. En este sentido, para centrarnos en torno a las valoraciones que se hayan realizado, hay que hacer una distinción entre las sentidas por aquellos que son aficionados a los toros, los heroicos aficionados de Madrid, y las impresiones de quienes estuvieron en la novillada pero no son aficionados sino público de aluvión. Cierto es que la fiesta de los toros tiene raigambre popular y bajo el pago de una entrada todos los que acudan a un festejo tienen derecho a opinar sobre lo que suceda, pero otra cosa es que ese criterio sea válido para entender o analizar de una manera certera lo que luego se haya desarrollado en la arena.
El domingo, lo que vimos, lo que observamos, fue una nueva sesión del toreo que actualmente se practica, el destoreo, es decir, el toreo al revés; en esta ocasión, llevada a cabo por novilleros de distinto bagaje y proyección. Ese toreo/destoreo no es otra cuestión que una trilogía de facilidades, de ventajas, que utilizan los toreros a la hora de medirse con el toro, una manera de no respetar una lucha que es a muerte. Un planteamiento que consiste en una aplicación interesada de las reglas del torear porque se fundamenta en 1) torear despegado en el desarrollo del pase -entre toro y matador mucho espacio-, en 2) esconder la pierna de salida -descargar la suerte- para evitar el riesgo en una posible cogida, y en 3) llevar al toro, desde ese lejano embroque prefigurado, hacia las afueras, hacia las lejanías, para que dé tiempo al torero a emprender nuevo pase o lance sin apreturas.
Todo esto es una realidad. Es el toreo que hacen todos las tardes los llamados toreros figuras, los toreros que más torean, y, por lo tanto, que más destorean. Un destoreo que escenifican a destajo, con ahínco, con ansia, diríamos, incluso, para entenderlo en imágenes, que sudando la gota gorda: El Juli, Manzanares, Perera, Castella, Luque, Talavante, El Fandi, etc. Figuras que defienden destorear -principalmente, descargar la suerte- para ligar más, para que en las tandas se sucedan los pases, más pases. Pero ¿es verdad esto? No lo parece, pues ni siquiera este sustento ideológico de ligar para conseguir un toreo tan antiestético se ajusta a lo que sucede, porque las tandas de la mayoría de estas figuras suelen componerse de no más de tres muletazos, a lo sumo de cuatro, y puede que menos -Manzanares, por ejemplo-. Y ¿por qué se produce, entonces, torear con la pierna de salida escondida, y rematar el pase hacia afuera? Sencillamente porque es más fácil torear así y conlleva menos riesgo, y si, además, el resultado -corte de trofeos- es óptimo, para qué cambiar de estrategia. Y aquí es donde debería entrar en liza el papel al que está llamado el aficionado -no digamos el crítico- que sería censurar esta realidad, no permitirla, o, al menos, señalar la poca valía de esta forma de torear -de esconderse/despegarse, para ligar-. Una técnica que no está generando nuevos aficionados, si no que está castigando y retirando de las plazas a los aficionados veteranos, los únicos, que todavía acuden a ver festejos taurinos.

Mario Alcalde en el quinto... retorcido y pasito atrás (Foto: las-ventas.com)
Porque habría que preguntarse, ¿dónde están los aficionados jóvenes? ¿Cuál es la conexión existente entre esta nueva tauromaquia y los posibles aficionados jóvenes, para que éstos acudan a las plazas? ¿La del destoreo? ¿Esto emociona? Es posible pensar que no. En conclusión, ¿es rentable el destoreo? Buena tesitura. En tanto, que reflexionamos sobre este problema, los taurinos difunden que hoy se torea mejor que nunca. Un propuesta a todas luces cuestionable desde el conocimiento de la técnica y desde la ética de la tauromaquia. No olvidemos que el toro muere y hay que medirse a él con nobleza y verdad. Así las cosas deberíamos cuestionar cómo se conduce el mundo taurino, y lanzar la siguiente consideración: ¿por qué dejar la gestión y la valoración de lo que hoy es fiesta de los toros a hombres -empresarios, toreros y críticos- de poca visión, que amparan un toreo de poca ética, tan alejado del concepto clásico? Por ello, pensamos, es urgente que el aficionado tome cartas en el asunto.

Menos de un cuarto de plaza en tarde calurosa. Novillos de Montealto, procedencia Domecq. Bien presentados, mansos, flojos, inválidos -el 3º se derrumbó durante la lidia-. A pesar de lo anterior, toreables. Sin emoción. Pesos: 472, 472, 466, 505, 527, y 519 kilos. Todos fueron picados y banderilleados con la tendencia ya inevitable de hacerlo trasero en casi todos los casos. Los novillos -menos al 3º, que no se le picó- salieron de la suerte de varas -en dos entradas reglamentadas- sueltos o a su aire. Muchas de las varas fueron de trámite.
Jesús Fernández (marfil y oro con cabos negros), 1º) Media trasera quedándose en la cara, y estocada desprendida y atravesada perdiendo la muleta: Silencio tras aviso. 4º) Dos pinchazos, se acuesta el novillo, nuevo pinchazo hondo y descabello: Silencio tras aviso.
Mario Alcalde (celeste y oro), 2º) Pinchazo y estocada contraria: Vuelta tras petición de oreja de los partidarios. 5º) Pinchazo y bajonazo con largo derrame del novillo: Silencio tras aviso.
Juan Viriato (bermellón y oro), 3º) Bajonazo infame: Silencio tras un aviso. 6º) Dos pinchazos en los bajos y estocada desprendida: Silencio.

Jesús Fernández recibiendo con suavidad a su primero (Foto: Las-ventas.com)
De los novilleros el que mejor estuvo -por cómo comenzó su actuación- fue Jesús Fernández que transmitió cierto aire clásico en algunas fases de su actuación. Destacó en las verónicas de recibo al primer novillo y en la primera tanda de naturales al mismo, donde se ajustó y toreó hacia adentro. A partir de este instante abusó de torear despegado, con la pierna de salida retrasada, y de dar muchos pases sobre todo con la derecha. Fue de más a menos, diluyéndose.
Mario Alcalde, toreó toda la tarde muy despegado, con la pierna de salida de los pases retrasada, y empleando mucho el pico. En su segundo novillo intentó cargar la suerte a la verónica, para después con la muleta volver al pico, a lo despegado, en pases largos algo templados pero sin cargar la suerte. También dio muchos pases, más con la derecha.

La cogida de Viriato en su primero (Foto: las-ventas.com)
Juan Viriato, sufrió un revolcón al recibir de capa a su primero en el centro del ruedo, empleó con cierta suavidad el capote en ese novillo, pero desde ahí, ya entró en la técnica de hacerlo despegado, con la pierna de salida escondida, y utilizando el pico de la muleta en los pases. También manejó mucho más la mano derecha.

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