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lunes, 7 de octubre de 2013

Toros, toreros y toreos

El comentario de Ángel Arranz

Fuentes

Sí, son numerosos los toreros que a través de la historia han llevado con mayor o menor gloria –siempre con pundonor- ese torerísimo apellido.
Pero hoy quiero escribir de las fuentes, de los manantiales que han ido abasteciendo los escalafones de lidiadores de toros y novillos.
Llevamos demasiadas temporadas que el origen de casi todos los toreros son las dinastías y las escuelas taurinas.
Sin embargo, los primeros toreros como los primeros pintores, músicos, poetas, médicos, o los pioneros de cualquier actividad, eran autodidactas. Inteligentes y vehementes –aunque a más de uno lo tomaran por un pirado- autodidactas.
Es decir, las más intuitivas, originales y añejas fuentes de todas las profesiones son autodidactas. Y hoy están olvidadas o en desuso. O casi.
Por consiguiente –¿qué es de Felipe González*?- son anteriores a la de dinastías y escuelas.
Claro, ni de lejos hay que desperdiciar o despreciar la sabiduría que con el tiempo han ido atesorando dinastías y escuelas. Pero, ¿a muchos toreros les faltan las múltiples experiencias, sensaciones y reflejos naturales que se adquieren en las capeas? ¿Hay fórmulas para combinar estudios y prácticas académicas y dinásticas –siempre calculadas- con la frescura, compromiso y espontaneidad que quieren y requieren las capeas? Se entiende que capeas con sentido común auténtico.
Figuras emblemáticas como Paquiro y Cúchares salieron de la escuela de Sevilla que la dirigían nada más y nada menos Jerónimo José Candido y su cuñado Pedro Romero, toreros dinásticos de máximo tronío. Sí, son imprescindibles y asociables para la continuidad suprema del arte de torear las dinastías y las escuelas… pero hay que recuperar las fuentes, romanticismos y nombres de espadas autodidactas.
Juan Belmonte y Domingo Ortega son dos referencias de las más importantes de todos los tiempos para toda la torería habida y por no haber bebido en fuentes o manantiales dinásticos o académicos. En efecto, hacen falta toreros de esos espíritus, de esos inicios, de esas filosofías y de esas cuerdas o palos. El paso de Andrés Vázquez por innumerables capeas, más los consejos de maestros veteranos, le llevaron a cruzar a hombros diez veces la Puerta Grande de Las Ventas en los años 60 y 70. Incluso el respetado y respetable Fandiño se ha hecho en las capeas; y las dos últimas temporadas ha cosechado éxitos y triunfos en todas o casi todas las ferias del firmamento taurino.
Sí, el bipartidismo de dinastías-escuelas como fuentes únicas de abastecer los escalafones es incompleto y repetitivo. Es menester ampliarlo en variedad, contraste, personalidad y estabilidad.
Toreros autodidactas, o casi, son espejos donde deben mirarse para superarse, aspirantes que quieren ser toreros y que por su carácter, medios o lejanía no se adaptan o no se acoplan a las escuelas taurinas… ni tienen que ser o no ser fieles a un estilo o concepto dinástico del arte de torear. Definitivamente hay que reconquistar y potenciar la fuente más incontaminada de todas las fuentes que han hecho y dicho la historia y evolución del melodrama en el ruedo.
Ayer, última corrida de la Feria de Otoño. Cinco toros mansotes, brutotes y sosos; y uno de nota –en tipo, el menos Albaserrada, de prestigiosa estirpe– para el interesante innovador y también excesivo Ferrera… y los desdibujados Castaño y Fandiño. Y hubo intervenciones notables y sobresalientes en los toreros de plata… con llenazo hasta la bandera. Rafael lo redacta con criterio, señales y pelos.

            En los toreros de dinastías
            Hay soluciones, o no, a sus averías
            En los toreros de escuelas
            Hay buenas y malas secuelas
            En los toreros autodidactas
            Hay procedencia y pureza intactas
            Todos los elegidos son compatibles
            El toreo integral es posible
            Basta ya de ventajas o rebajas.

* Felipe González; ex Presidente del Gobierno que usaba con mucha frecuencia la expresión: “por consiguiente”.



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